dilluns, 23 de març del 2009

Camino de perfección

“ _Que son gigantes, te digo, amigo Sancho, lo que allí veo. Gigantes son.
_No, mi señor, que son molinos, le digo. Lo que allí ve, molinos son. “(¿Se pondrán de acuerdo?).

En algún momento de nuestra vida iniciamos un camino. Nos convertimos en caballeros andantes. Para aprender. Para realizar un viaje hacia las galerías del alma. Para conocer. Para crecer. Para dar.

Cogemos un caballo alado (llámese avión, autocar o, cómo no, esas piernas maravillosas que Dios nos dio) y una armadura con la que protegernos (ese repletito equipaje que, bien plegado, espera triste dentro de la maleta a que un día u otro lo saques) y una lanza en astillero ( tu ilusión, tu fe, tus sueños) y un compañero de camino, realista y crítico a poder ser, o sea, un “preguntón” (los profesores, los amigos, aquellos compañeros ignorados). Y de esta guisa, o lo que es lo mismo, de esta manera : ¡nos vamos a deshacer entuertos!.

Algunos de los 40 quijotitos que recorren Europa en esta semana de marzo han dejado sus Dulcineas en casa, el amor y la familia, que desde la distancia nos alientan a viajar. Caminar. Para cumplir nuestros sueños. Para hacerlos realidad.

En Holanda, la primera aventura de este libro que estamos escribiendo, mis quijotitos vieron molinos. Eran de todo tipo. Bombeadores. Eólicos. De molienda. En el primer momento los nervios afloraban, pues era el principio. Y todavía los aprendices de caballeros estaban un poco descolocados. Cosa normal, por cierto.
La primera batalla que libraron fue contra unos ejércitos de bicicletas. Los rebaños del holandés. Bicicletas malditas que aparecían por todas partes. Que te embestían y atropellaban… Pero lejos de amilanarnos y rendirnos nos unimos y nos organizamos. ¡Organización! Mis quijotitos iban de dos en dos. En fila india. Me pregunto la razón por la que se le llama así. Siempre me imagino, al decir esta frase, a los indios e indiecitas con las plumas en el pelo. Perdón. Como digo, los jóvenes iban todos a una (un poco lentos, por el síndrome de las mil fotos y las mil posturas en cualquier lugar, pero luchando sin cesar).
Y ganamos la batalla allí donde en otros tiempos perdimos.

En Bélgica nuevas aventuras nos esperaban. Los caballeritos andantes se adentraron en la época medieval. De la austeridad del albergue holandés se trasladaron al lujo belga. Cambiaron el olor a queso y maría por el puro chocolate ( no quiero malas interpretaciones), las patatas fritas y el líquido elemento: buena cerveza. Y nos dieron ejemplo de saber estar. Uno ha de probarlo todo para poder decidir, dicen por ahí. Hubo cenas tranquilas aderezadas con sonrisas, buenas conversaciones, preguntas y respuestas. Se compartió (el secador, la plancha del pelo, maneras de cambiarse de habitación… ). Se disfrutó ( de las compras, de los colores, de los sabores, del olor…). Abrieron los ojos: en un momento del camino, como por arte de magia, hubo una tregua en las batallas. Al igual que en Brujas, Gante y Bruselas nació la burguesía cuando los caballeros abandonaron las guerras y los trabajadores se reunieron en gremios, de la misma manera los quijotitos se aliaron, compartieron y disfrutaron en el castillo del rey Bloom. Se había aprendido a compartir. Y siguieron ganando batallas a la intolerancia y a la incomprensión allí donde aún hoy las comunidades católica y flamenca siguen enfrentadas.

Y el combate final será en París. La magia y los sueños nos esperan. Creceremos como el rey león. Viviremos en el mundo de los niños en Disney. Música y color viajarán a nuestro interior.
La ficción y la realidad se mezclarán…
La vida nos enseña. Y seguimos nuestro camino de perfección



Dolors Ponce
Para mi padre y para todos los profesores, en especial para Rosa a la que quiero felicitar.

1 comentari:

  1. Hola,FELICIDADES
    Por tu peculiar y bonita descripción, de tu comentario
    Me has hecho imaginar un viaje, encantado de cuento.
    Aun estando a miles y miles de pasos de distancia de vosotros.

    Una Anónima (mama de un alumno).

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